La danza de la luz

 ¿Por qué nos resultan tan irresistibles los fuegos artificiales?

 ¿Por qué acudimos multitudinariamente a ese espectáculo de luz?

 ¿Por qué en cada ocasión nos hace no despegar la vista del cielo? 

 ¿Por qué es un espectáculo que nos emociona?

Cuando vemos, escuchamos, olemos... fuegos artificiales por un lado pensamos en una celebración, pero que nos despierte tantas emociones tiene mucho que ver con el recuerdo ancestral de nuestra memoria genética, con con el miedo, con la supervivencia, con el calor que nos proporciona, con el alimento e incluso con la defensa de animales. 

Escuchar el estallido de los cohetes nos indica que algo está por ocurrir, así se genera expectativa y la zona de nuestro cerebro que detecta el miedo se activa, una vez que vemos las luces en el cielo y escuchamos el estallido, generamos dopamina, la sustancia responsable de regular el placer. 

Vemos de una manera novedosa colores que normalmente no vemos, ya que se sintetizan nuevas longitudes de onda de los colores.

Todos los sentidos están involucrados, vista, oído, olfato, tacto y como no el cerebro

A todo eso, a quienes los fotografiamos, se añade el deseo de captar y moldear, a nuestra manera, este elemento así que el disfrute está asegurado.






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